Los franceses son conocidos por darle una importancia especial a lo que tienen en el plato, y esto significa dedicar tiempo a preparar y disfrutar de las comidas. Es cierto que en estos tiempos de globalización y de obligaciones laborales, las costumbres que estaban muy arraigadas en Francia tienden a cambiar. Pero, ¿qué prácticas gastronómicas y qué platos siguen siendo imprescindibles para los franceses?
Pues sí, en Francia la hora de comer es sagrada. Por eso, nuestra pausa para comer dura más que en otros países. Aunque algunos trabajadores se contenten con un simple bocadillo o con un tentempié preparado en casa, la pausa de mediodía dura una media de cuarenta minutos y no es negociable. Las cifras lo dejan claro: una encuesta reciente muestra que un tercio de los trabajadores estadounidenses y un 45 % de los británicos se salta la hora de comer. En el caso de los franceses, esta cifra solo llega al 11 %.
El pan está presente en todas las comidas, aunque su consumo haya bajado considerablemente. De media, los franceses consumen el equivalente de media barra de pan al día, tres veces menos que en los años cincuenta. La baguette tradicional hecha a mano sigue siendo la favorita de los franceses, quienes disfrutan con su miga alveolar y su corteza incomparable. ¿A quién no le gusta pasar de buena mañana por delante de una panadería y oler el pan crujiente y los cruasanes recién hechos?
Nuestro desayuno tradicional es un momento primordial para iniciar con buen pie la jornada, aunque no sea todo lo sano que debería. Por lo general es una comida bastante ligera. Compuesto muy a menudo de carbohidratos y de poca proteína, no siempre evita la «gusa» de las 11. Galletas de mantequilla, mermelada, pan, bollería (napolitanas, cruasanes...), una bebida caliente (café, té...) componen la base del desayuno tradicional.
La norma son tres comidas al día (salvo en el caso de los niños, que tienen por costumbre merendar después del colegio). Lo cierto es que las comidas son un rato para compartir y convivir que acompaña los momentos importantes de la vida. Solo al 20 % de los franceses les gusta comer en solitario. ¿Esto significa que no picoteamos y que nunca nadie come a salto de mata? No, porque los franceses son muy amantes de los bocadillos, como demuestran las 2.400 millones de unidades que se consumen en Francia cada año. Debemos aclarar que la mitad de las cuales son de jamón con mantequilla, lo que significa que los habitantes siguen ligados a sus tradiciones y que las hamburguesas aún no han impuesto su monopolio.
Los que hayan viajado a Francia saben que el aperitivo, o el «apero», es un ritual que goza de muchos adeptos. Un buen aperitivo abre el apetito, tal y como indica el origen latino de la palabra («aperire» significa abrir). En efecto, el 50 % de los franceses toma un aperitivo al menos una vez a la semana. El alcohol servido depende de muchos factores, como la región, el estatus social de los anfitriones y del picoteo que se sirva. Una copa de champán, una copa de vino rosado o de vino de aguja, el pastis tan querido por los sureños: tendrás dónde elegir. Para los que lo prefieran, el aperitivo se puede hacer de noche y acompañarse con tarrinas, hojaldres, jamón serrano y otros petits fours.
Los franceses siguen siendo grandes amantes del queso, algo que no es de extrañar al ser los primeros productores del mundo. ¿Sabías que hay más de mil tipos de queso distintos, y que los franceses consumen casi 20 kg al año por persona? El emmental, el camembert y el coulommiers son los más consumidos, pero el comté, el brie, el tome de Saboya, el reblochón y el roquefort ocupan un lugar prioritario en la mesa.
¿Cuáles son los platos favoritos de los franceses? Es difícil decir, ya que el contenido del plato varía según la región, la edad o el entorno social. Sin embargo, hay algunos platos imprescindibles en nuestra gastronomía. Para los sociólogos, estos grandes clásicos se consideran «reconfortantes» en momentos complicados. La blanquette de ternera, un plato clásico a base de arroz, champiñones, zanahorias y ternera, forma un valor seguro. Su nombre deriva de la salsa blanca a base de caldo y de crema con la que se acompaña. El pot-au-feu (estofado) es otro ejemplo de estos platos a fuego lento y hogareños que muchas familias disfrutan. Este nombre viene de la caldera que antaño servía para cocinar y que se colocaba sobre el fuego de la chimenea. Un buen pot-au-feu se compone de carne de buey (codillo, paletilla, costillar...) hecha en caldo de verduras y acompañada de patatas, nabos, zanahorias, col, puerros...No olvides incluir un hueso con tuétano y, en vez de en la olla a presión, mejor en una cazuela de las de siempre.
En cuanto a los postres, no hace falta decir que la pastelería francesa ya tiene reputación internacional. El clafoutis de cereza, la crème brûlée, la tarte tatin, los profiteroles de crema, el Paris-Brest o los famosos relámpagos de chocolate son solo unos ejemplos de los pasteles más famosos. Hablemos de un postre típico de la Costa Azul . Optaremos por la torta dulce de acelgas, o «tourta de blea» en nizardo (recordemos que la acelga es una planta que se utiliza en sopas y gratinados). Es una torta en la que se incluye un aderezo a base de acelga, manzanas, piñones y pasas. Todo un icono de la cocina de la región que se puede probar en Antibes. ¡Este postre es toda una delicia!