Como en muchos países, los meses de diciembre y enero en Francia se acompañan de una continuación de fiestas y celebraciones. Hoy os proponemos (re)descubrir algunas tradiciones francesas relacionadas con estas fiestas de fin de año, que suponen un momento de relevancia para todos. Para los que estudien francés, también será la ocasión de refrescar la memoria y revisar algo de vocabulario, pero también de recordar el origen de algunas costumbres de nuestro patrimonio. Qué mejor plan que conocer mejor la cultura francesa al tiempo que enriquecemos el vocabulario, ¿verdad? Como sabemos, en unos días muchos franceses utilizarán estas palabras, ¡así que atentos para cuando llegue el momento!
Primero, todas las familias decoran el árbol de Navidad, el famoso abeto (sapin), con sus lazos brillantes de todos los colores, las guirlandas (guirlandes). Es difícil determinar de dónde viene la tradición del abeto de manera precisa, pero los historiadores saben que llega del mundo pagano. Por ejemplo, los celtas llamaban al abeto el «árbol de nacimiento». Al ser un árbol de hoja perenne, simboliza la vida y el renacimiento. También se monta el belén (crèche) donde encontraremos al niño Jesús (Enfant-Jésus). Si nieva, los niños podrán hacer un muñeco de nieve (bonhomme de neige) antes de ayudar a sus padres a decorar la casa. A todo esto, las bolas (boules) que cuelgan de las ramas del abeto eran en su origen de cristal y venían de la zona de los Vogos. Representan manzanas rojas y así hacen también referencia al fruto prohibido.
Al pie del árbol se dejan los regalos: forrar los regalos con papel multicolor antes de ofrecerlos se llama emballer, mientras que déballer significa abrir los paquetes. Por último, además de distribuir los regalos, no habrá que olvidar admirar el alumbrado (illuminations) que brilla en las calles de la ciudad, o de asistir por la noche a la misa del gallo (messe de minuit). En cuanto a los regalos de Navidad, se pueden ofrecer a los niños después de la cena o al día siguiente por la mañana para los más pequeños.
Naturalmente, la Navidad es indisociable de Santa Claus o Père Noël, con su barba blanca frondosa, su ropa roja y su trineo (traîneau) tirado por renos (rennes). Con su hotte, un gran saco en el que ha metido todos los regalos, va de casa en casa para repartir los regalos a los niños buenos. Ayudado por sus fieles elfos (lutins), recorre el cielo para repartir juguetes y, durante la noche del 24 al 25 de diciembre, desciende por la chimenea para dejarlos bajo el árbol.
En la Provenza, el belén incluye pequeños personajes llamados « santons ». Su nombre deriva del provenzal« santoun », que significa «santitos». El Enfant Jèsu (niño Jesús), Sant Jousè (San José), la Santo Vierge (la Virgen Santa), l’ase (el burro) y lou biou (el buey) son una parte natural de los personajes que se homenajean en las fiestas de fin de año. Hechas de arcilla y pintadas de vivos colores, su fabricación requiere de un conocimiento que remonta a muchas generaciones atrás. Además de la Natividad, los belenes provenzales dan vida a escenas de la vida diaria, mientras que los santons representan las profesiones tradicionales de nuestra bella región.
Todos sabemos que las fiestas de fin de año son un momento para compartir. Los franceses disfrutan mucho comiendo un pavo (dinde) acompañado de castañas (marrons). En Nochebuena (Réveillon), la cena de la víspera de Navidad, este ave forma parte de los grandes clásicos junto con el capón (chapon), las ostras (huîtres), el salmón ahumado (saumon fumé) y el foie gras. De hecho, hay dos «Réveillons» porque la noche del 31 de diciembre también se prevé una cena abundante. Para los postres, hay mucho donde elegir pero el postre tradicional seguirá siendo la «bûche de Noël». Su aparición en Francia data de 1870, y se trata de un pastel enrollado cubierto con una crema de mantequilla aromatizada de chocolate o café, y tiene la forma de los troncos de leña que se usan para caldear la casa. Antaño, durante el solsticio de invierno, la tradición decía que un gran leño de árbol frutal (cerezo, castaño...) debía colocarse en la chimenea para que se consumiera durante toda la noche.
El « Jour de l’an » o « Nouvel an » marca el primer día del año. Las fiestas empiezan la víspera, el 31 de diciembre, día de San Silvestre. Según la tradición, la casa ha de estar decorada con muérdago (gui), una planta que simboliza la felicidad. A medianoche, cuando suena el reloj, los invitados se besan y se desean un feliz año y mucha salud. El 31 de diciembre también es costumbre que el Jefe del Estado desee Feliz Año Nuevo a sus compatriotas. Son los famosos «vœux présidentiels», que se retransmiten por televisión desde que el General de Gaulle instauró este ritual durante la Quinta República.
Muy celebrada en Francia, la Epifanía es una fiesta que hace las delicias de pequeños y mayores. Según la tradición cristiana, conmemora la adoración de los Reyes Magos (Rois Mages) al Niño Jesús. Se celebra el 6 de enero (o el primer domingo después de Año Nuevo) y viene acompañada de la «Galette des rois». En efecto, desde la Edad Media, los convivientes comparten ese día una «galette» en la que se esconde un haba (fève), una figurita que representa un personaje u objeto. La persona que consiga el haba será el rey (roi) o la reina (reine), y recibirá una corona de papel dorado. En muchas regiones del Sur de Francia, el roscón de Reyes (gâteau des rois), una suerte de corona de bollo decorada con fruta escarchada, sustituye a la galette, y también está muy buena.